Asincronía

(publicado en entresiestas)

Si cambiáramos la sincronía por la sintonía, tal vez pudiéramos encontrarnos en sueños más sugerentes, rebajar nuestra dependencia tecnológica y, de paso, construir mundos más inclusivos.

Planificación

Durante muchos años me he empeñado en adquirir una habilidad “necesaria”: PLANIFICAR. Parece evidente su utilidad, hasta el punto de que no sabríamos (yo, al menos) desarrollar una actividad sostenida en el tiempo sin un mínimo plan en la cartera. 

Planificar supone proyectar hacia adelante en el tiempo, previsualizar los acontecimientos futuros y ordenarlos hacia objetivos construidos desde conocimientos pasados (pues nadie puede definir objetivos que desconoce). Y al dar por bueno lo que cumple nuestras expectativas, intentamos ajustar, en nuestro deseo, lo futuro a lo pasado. 

Enrique Vila-Matas dice: “sólo me interesa lo que desconozco”, por lo que seguramente tendrá un grave problema para planificar. O tal vez es consciente de que el orden (o el caos) que rige el resultado de cada acción excede en muchísimo a nuestros raquíticos planes y las variables que intervienen son incontables en comparación con las que nosotros podemos llegar a considerar.

Y como no sabemos, o no hemos aprendido, a actuar de otra forma y aun sospechando que erramos, elevamos a ley natural lo que es un mero hábito y nos empeñamos (en su doble sentido de perseverar y endeudarnos) en planificar nuestra contribución a la vida. Pero, de alguna forma, esa vida se empecina en ofrecer una resistencia indesmayable ante los intentos planificadores del ser humano, quien, cuando le fallan los cálculos, llega a decir: ¡cómo es la vida! (que no se ajusta a mi plan) en lugar de ¡cómo actúo yo! (que no me ajusto a la vida).

Manuel Delgado Cruz ilustra metafóricamente, en este comentario sobre la ciudad, lo que digo: “Lo urbano no es substancia ni ideal: es más bien un espacio-tiempo diferencial en que se despliega o podría desplegarse la radicalidad misma de lo social, su exasperación, puesto que es teatro espontáneo de y para el deseo, temblor permanente, sede de la deserción de las normalidades y del desacato ante las presiones, marco y momento de lo lúdico y lo imprevisible. Todo aquello que en otro momento nos atrevimos a llamar simplemente la vida.”

Colaborar

(publicado en oficionate)

 Con el objeto de colaborar, nos construimos un representante que defienda nuestra posición previa, en lugar de construirnos a nosotros mismos como fruto de nuestra colaboración.

He leído en el blog de Cristina Riera un post sobre el proyecto "Barris en Dansa" en el que reseña su esencia como práctica colaborativa comunitaria. Dice :

 …mientras algunos nos llenamos la boca de activismo de sofá, otros se debilitan entre luchas y postureos, se disputan butacas mientras muestran sin pudor su desvergüenza, nos roban los derechos y el mercado marca las reglas del juego, en la calle la vida real sigue. Los “nadie” siguen construyendo y sosteniendo el mundo y nuestro “nosotros” de forma invisible y silenciosa entre el barullo ensordecedor en el que pretenden perdernos.

 Si queréis leer el post de Cristina completo lo encontraréis en https://delirandounpoco.wordpress.com/2016/02/17/barris-en-dansa/

La balsa

Cuando pocas o muchas personas configuran un grupo, más o menos formal, que les aporta algo que no conseguirían en la autarquía de si mismos, lo someten a dos fuerzas contrapuestas. Por un lado, aquella que pretende dar solidez y visibilidad al instrumento común creado, dotándole de capacidad de maniobra y referencia para que sea eficiente en sus objetivos (si pusiéramos de ejemplo a un barco, diríamos que sería dotarle de “navegabilidad”). Por otro lado, los componentes del grupo no dejan de someterlo a las fuerzas centrífugas derivadas de los intereses y anhelos de cada cual (por lo que las maderas del barco no dejan de quejarse a cada bandazo, poniendo en duda su solidez y anunciando constantemente una inevitable vía de agua).

Pensando en esto, recuerdo que Marina Garcés incluye en su artículo "La balsa" un texto del pedagogo francés F. Deligny que dice así:

 “Una balsa ya sabéis cómo está hecha: hay unos troncos de madera atados entre ellos de tal manera que quedan bastante holgados; así, cuando les caen encima montañas de agua, el agua pasa a través de los troncos separados. Por eso una balsa no es un barco. Dicho de otra manera: nosotros no retenemos las preguntas. Nuestra libertad relativa proviene de esta estructura rudimentaria y yo creo que quienes la concibieron -me refiero a la balsa- lo hicieron tan bien como pudieron, cuando de hecho no estaban en condiciones de construir una embarcación. Cuando llueven los interrogantes, nosotros no cerramos filas -no juntamos los troncos- para constituir una plataforma bien concertada. Todo lo contrario. Del proyecto sólo retenemos lo que nos vincula a él. Podéis ver aquí la importancia primordial de los vínculos y la atadura, así como de la distancia que los troncos pueden tener entre sí. El vínculo debe ser lo suficientemente holgado pero que no se suelte”.

Hilvanando

De pequeño, me gustaba visitar la sastrería donde trabajaba mi padre para observar cómo los sastres dibujaban líneas sobre las telas, que luego cortaban e hilvanaban. Los hilvanes permitían confeccionar provisionalmente la prenda a la espera de su definitiva confrontación con la realidad que representaba el cuerpo del cliente. La esencia de aquellos hilvanes estaba en esas puntadas largas (frente a las cortas del cosido) que facilitaban la recomposición de la hechura en esa fase de pruebas considerada "provisional".

Pero la provisionalidad no era el paradigma imperante entonces y cualquier padre de familia, como el mío, huía de convertir su vida en una existencia "hilvanada". Hoy, sin embargo, las convicciones cosidas a conciencia parece que no aguantan y las costuras chirrían. Como dice Josep M. Lozano, vivimos en un mundo VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) y no nos queda otra que tirar de hilván.

Y es que, tal vez, sí haya una crisis: la crisis de las líneas cosidas para siempre. Porque, a pesar de que nuestro paisano Goya advirtió, a los que no veían las líneas en sus cuadros,  que "en la realidad no hay líneas, sino luz", hemos seguido (y seguimos) empeñados en trazarlas, en coserlas. Y lo hemos hecho (y seguimos haciéndolo) por nuestro afán privatizador, desde que alguien descubrió que un mapa es el primer paso hacia el registro de la propiedad, hacia lo mío. Y ya no podemos evitar la sospecha de que la mano que dibuja el mapa está repleta de intereses.

Así que una vez recuperado el arte del hilván, puede que nos empecemos a dar cuenta de que ahí se abre un fructífero camino, como nos dice María Novo: "En la práctica, la persona creadora, el sujeto del conocimiento, es el intérprete de la complejidad del mundo, alguien que "crea" realidad cuando pretende conocerla. Y la crea mezclando lo que observa con sus expectativas e ilusiones, a veces incluso con los deseos de encontrar los resultados que está buscando. Para ello, utiliza la totalidad de su ser, razón y emoción, mente y cuerpo, teorías y sueños. Es decir, interpreta sin fronteras."

Gente

(publicado en oficionate)

"Sé tu mismo" y, para ello, "conócete a ti mismo", aplica el bisturí para entresacar tu persona de entre la gente y el microscopio para estudiarlo de cerca.

No, no queremos ser gente. En esta era de personalización, estamos casi obligados a ser nosotros mismos individualmente, a sacar la cabeza de ese magma de color y sabor indefinible al que llamamos gente.

 Porque, además, ... ¡Cómo es la gente!

La gente es nuestro primer candidato a cargar con el mochuelo de los propios defectos. La gente es quien desprecia nuestras, supuestamente, inteligentes aportaciones personales.
La gente es quien ahoga nuestro protagonismo.

Pero, ... ¿Cómo es la gente?

¡A quíen le importa! La gente es el paradigma de lo anónimo, de lo impersonal y no hay manera de asignarle una identidad definida. Y sin embargo, gran parte de lo que somos se encuentra ahí, en esa parte oscura, entre la gente. Y es más, el único sitio donde podemos colocar el foco para iluminar la parte oscura es ahí, entre la gente.

Somos gente. Nos conocemos en la gente. Gente diversa. Divergente.